Punto G

De la culpa al orgullo: Ser mamá de un hijo gay me cambió la vida

¿Quién dijo que una madre no podía transformarse? Esta es la historia de muchas mujeres que soltaron el miedo y abrazaron el amor con más fuerza que nunca.

Te lo juro: pensé que había fracasado como madre”.

Cuando mi hijo me dijo que era gay, sentí que el mundo se partía en dos: en lo que había planeado para él… y en lo que él realmente era. Lloré. No por él. Por mí. Por todo lo que no entendía, por el miedo que me daba lo que venía. Por sentir —aunque me duela admitirlo— que algo se me rompía por dentro.

La culpa me abrazó como nunca antes. Me cuestioné todo: ¿lo consentí demasiado? ¿debería haberle comprado más carritos y menos muñecos? ¿será mi culpa porque nunca tuvo una figura paterna fuerte?

Spoiler: nada de eso es cierto. Pero qué bien nos han entrenado para culparnos a nosotras mismas por todo.

La maternidad no viene con instrucciones… mucho menos para esto

No me malinterpretes: siempre he amado a mi hijo. Desde que supe que existía. Pero lo amaba dentro de un guion que ya tenía escrito: escuela, carrera, novia, boda, nietos. Fin. Cuando él rompió ese guion, no supe qué hacer con mis emociones.

Y entonces pasó algo. Algo hermoso.

Lo miré. Lo volví a mirar. Y ahí estaba. El mismo niño que jugaba a ser superhéroe, el que dormía abrazado a su peluche, el que me decía que yo era su persona favorita. Él no había cambiado. Yo era la que tenía que hacerlo.

Testimonio real:

“Cuando me dijo que era gay, lo único que atiné a decir fue ‘¿tienes hambre?’. Fue mi mecanismo de defensa, como si un taco pudiera arreglar el pánico emocional. Pero luego, al verlo tan firme, tan libre, me sentí chiquita… y valiente. Porque decidí transformarme, aunque me costara lágrimas y terapia.”
—Carmen, mamá de Leo

Del miedo al orgullo: un camino real, no perfecto

No pasó de un día a otro. Me equivoqué muchas veces. Dije cosas que no debía, pregunté cosas tontas (¿estás seguro? ¿y no se te va a pasar?), incluso le pedí que no le contara a su abuela “por ahora”. Pero él fue paciente. Y yo fui valiente. Aprendí. Leí. Me acerqué a otras mamás que pasaban por lo mismo. Y descubrí que no estaba sola.

Hoy, camino a su lado. No detrás, no delante. A su lado. Porque no vine al mundo solo a dar vida, vine a aprender a amar sin condiciones.

Lo que puedes hacer si estás en este camino:

  1. Date permiso de sentir. No eres mala madre por no saber cómo reaccionar.
  2. No te quedes en la culpa. Úsala como punto de partida, no como cárcel.
  3. Conecta con otras mamás. Hay muchas allá afuera, igual de asustadas, igual de fuertes.
  4. Celebra cada paso. Amar con conciencia también es un acto de orgullo.

El punto es…

De la culpa al orgullo hay un camino posible. Doloroso, sí. Confuso, también. Pero profundamente transformador. Y si me preguntas hoy quién soy, te lo digo con el alma en la mano:

Soy la mamá de un hijo gay, y es lo mejor que me ha pasado.


¿Quieres compartir tu historia o leer más como esta?
Escríbenos a puntolgbtq@gmail.com y únete a esta comunidad de madres valientes.