Salir del clóset frente a tu madre es uno de los actos más valientes y vulnerables. Esta carta es para todas esas hijas que solo quieren ser amadas sin condiciones/
Mamá,
Si estás leyendo esto, es porque quizás ya lo sabes, o tal vez lo intuyes desde hace tiempo. Tal vez te diste cuenta cuando dejé de fingir interés por los chicos del salón. Tal vez cuando me brillaban los ojos hablando de mi “mejor amiga”. O tal vez no, y estás aquí con el corazón en la mano, tratando de entender.
Sea como sea, esta carta es para ti.
Porque te amo. Y porque quiero que, si alguna vez fui tu niña, sepas que sigo siéndolo. Solo que ahora me atrevo a ser más yo que nunca.

No soy otra persona, mamá. Soy más yo que antes
Me costó años poder escribir estas palabras. Y muchas lágrimas.
Lágrimas por miedo a decepcionarte. A que pensaras que esto era una moda, una confusión, un capricho. Miedo a que sintieras vergüenza. A que no me vieras igual. Porque lo que más deseé siempre fue ser motivo de tu orgullo, no de tus dudas.
Pero, mamá… callarme también dolía. Y mucho.
Esconder a quien amo, fingir una vida que no me pertenece, responder con evasivas cada vez que me preguntabas “¿y los novios?”, hacer bromas para que no notaras la incomodidad.
Lo que necesito que sepas, mujer a mujer
- No me fallaste. No hiciste nada mal. No me “faltó” un padre ni me “sobró” tu cariño.
- No se trata de ti, pero sí te necesito. Tu abrazo puede sanar más que cualquier psicólogo.
- Sí quiero casarme. Sí quiero una familia. Solo que con otra mujer.
- No tienes que entenderlo todo. Pero sí puedes amarme igual o más.
- No quiero que esto nos separe. Quiero que esto nos una desde otro lugar: el de la verdad.
Testimonio que muchas callamos:
“El día que se lo dije, mi mamá me preguntó si estaba segura. Le dije que nunca estuve más segura en mi vida. No me abrazó, pero tampoco se fue. Se quedó callada. A la semana, me mandó un mensaje: ‘Te amo como seas. Solo dame tiempo’. Fue el mensaje más sanador que he recibido.”
—Luz, 26 años, Guadalajara
Mamá, te necesito aquí… pero de verdad
No como un “estoy contigo, pero no lo digas en la familia”. No como un “te respeto, pero no traigas a tu novia”. No como un “te quiero, pero no quiero saber más”.
Te necesito aquí. Presente. Valiente. A mi lado. Tal como estuviste cuando aprendí a caminar, cuando me corté la frente en la bici, cuando lloré por una amiga que me rompió el corazón. Que hoy entiendas que ese corazón también late por otra mujer, y que eso no me hace menos tu hija.

El punto es…
Mamá, no quiero que esto nos separe. Quiero que esto nos acerque desde un lugar más profundo, más verdadero, más libre.
Porque si hay algo que aprendí siendo lesbiana, es que el amor no se elige. Se siente. Y si tú y yo hemos sido puro amor… entonces no hay nada más que decir.
Solo queda abrazarnos. Y quedarnos.
¿Quieres compartir tu historia como hija o madre?
Escríbenos a puntolgbtq@gmail.com. Porque la verdad, cuando se dice con amor, también puede sanar.